jueves, 9 de julio de 2015

LA ORGANIZACIÓN DE LA UNIDAD AFRICANA (25 de Mayo de 1963, Adis Ababa, Etiopía)


Discurso de Su Majestad Imperial Haile Selassie I, 

La Cumbre de la Unidad Africana, 

25 de Mayo, 1963.


Las responsabilidades exigen una reflexión balanceada y sensata. Un llamado a los Lideres Africanos, Cumbre de 1963.


“Le damos la bienvenida a Etiopía, en nuestro nombre y en nombre del Gobierno y Pueblo Etíope, a los Jefes de Estados y Gobiernos de las naciones independientes africanas que se encuentran reunidos hoy en solemne conciliábulo en la ciudad capital de Etiopía. Esta conferencia, sin paralelo en la historia, es un testimonio impresionante de la devoción y dedicación que todos compartimos por la causa de nuestro continente y la de sus hijos e hijas. Este es en efecto un día histórico y de suma importancia para África y todos los africanos.

Hoy nos encontramos en el escenario de los asuntos mundiales, ante la audiencia de la opinión mundial. Nos hemos reunido para reafirmar nuestro papel en los asuntos mundiales y para cumplir con nuestro deber hacia el gran continente cuyos doscientos cincuenta millones de habitantes gobernamos. África se encuentra hoy a mitad del camino, en transición del África de ayer al África del mañana. Al mismo tiempo que nos encontramos aquí nos trasladamos desde el pasado hacia el futuro. La tarea que hemos emprendido, la formación de África no puede esperar. Debemos actuar, para darle forma y moldear el futuro y dejar nuestra huella en los acontecimientos a medida que se deslizan pasando en la historia.

Con esta reunión, pretendemos determinar hacia dónde vamos y trazar el rumbo de nuestro destino. No es menos importante saber de dónde venimos. El conocimiento de nuestro pasado es necesario para determinar nuestra personalidad y nuestra identidad como africanos.

Este mundo no fue creado por pedazos. África nació ni más tarde ni más temprano que cualquier otra área geográfica sobre este planeta. Los africanos, no más y no menos que otros hombres, poseen todos los atributos, talentos, e imperfecciones, virtudes y defectos humanos. Miles de años atrás, las civilizaciones florecieron en África, las cuales no sufrieron en comparación con aquellas de otros continentes. Durante aquellos siglos, los africanos eran políticamente libres y económicamente independientes. Sus patrones sociales eran propios, y sus culturas verdaderamente nativas.

La oscuridad que envuelve a los siglos que transcurrieron entre aquellos primeros días y el redescubrimiento de África está desapareciendo gradualmente. Lo que si es cierto es que durante esos largos años nacieron, vivieron y murieron africanos. Los hombres en otras partes del mundo se ocupaban de sus propios intereses y, en su arrogancia, proclamaban que el mundo comenzaba y terminaba en sus horizontes. Todo desconocido para ellos, África se desarrolló bajo sus propios patrones, creciendo en su propia vida y, en el siglo XIX, finalmente, resurgió en la conciencia mundial.

Los acontecimientos de los últimos ciento cincuenta años no requieren un extenso recuento de nuestra parte, el periodo de colonialismo en el cual estuvimos sumergidos culminó con el encadenamiento y confinamiento de nuestro continente, con nuestros pueblos una vez orgullosos y libres reducidos a la humillación y a la esclavitud. Con el suelo de África marcado y dividido por fronteras artificiales y arbitrarias. Muchos de nosotros, durante aquellos amargos años, estuvimos sumergidos en batallas, y aquellos que escaparon de la conquista lo hicieron a costa de un gran derramamiento de sangre y de una resistencia desesperada. Otros fueron vendidos en cautiverio mientras que el precio lo determinaban los colonialistas basados en la “protección” que ellos proporcionaban y en las posesiones que disponían. África era un recurso físico para ser explotado y los africanos eran los bienes que serían adquiridos, o en el mejor de los casos, pueblos que serían reducidos a la esclavitud y servidumbre. África era el mercado para el producto de otras naciones y la fuente de materia prima con la cual se alimentaban sus fábricas.

Hoy día, África ha salido de este pasaje oscuro. Nuestro Armagedón ha quedado en el pasado. África ha renacido como un continente libre y los africanos han renacido como hombres libres. La sangre que fue derramada y los sufrimientos que se soportaron son hoy día el abogado de África para su libertad y unidad. Aquellos hombres que se negaron a aceptar el juicio que les fue impuesto por los colonizadores, que a través de las horas más oscuras, mantuvieron constantemente una visión de una África emancipada de la dominación política, económica y espiritual, serán recordados y venerados donde quieran que se reúnan los africanos. Muchos de ellos nunca pusieron un pie en este continente. Otros nacieron y murieron aquí. Lo que podemos manifestar hoy día añade poco a la lucha heroica de aquellos que, con su ejemplo, nos han demostrado lo valiosa que son la libertad y la dignidad humana y el poco que valor que tiene la vida sin ellos. Sus acciones están escritas en la historia.

La victoria de África, aunque proclamada, todavía no es total y todavía quedan áreas de resistencia. Hoy designamos como nuestra primera gran tarea la liberación final de aquellos africanos todavía dominados por la explotación y el control extranjero. Con esta meta en mente, y un triunfo absoluto a nuestro alcance, no vacilemos ni tampoco nos aislemos ni relajemos ahora. Debemos realizar un último gran esfuerzo, ahora cuando la lucha aumenta impacientarse cuando tanto se ha ganado que el sentimiento conmovedor por el logro alcanzado casi nos ha saciado. Nuestra libertad no tiene sentido a no ser que todos los africanos sean libres. Nuestros hermanos en las Rhodesias, en Mozambique, en Angola, y en África del Sur claman angustiados por nuestro apoyo y ayuda. Debemos solicitar en su nombre la pacífica obtención de su independencia. Debemos formar parte de e identificamos con todos los aspectos de su lucha. Sería una traición si con falsas promesas fingimos estar de acuerdo con la causa de su liberación y fallamos en respaldar nuestras palabras con acciones. A ellos les decimos, vuestras súplicas no serán desatendidas. Los recursos de África y de todas las naciones amantes de la libertad están a vuestra disposición. Mantengan las esperanzas, ya que su salvación está cerca.

Al mismo tiempo que renovamos nuestros votos para que toda África sea libre, propongámonos también a que las viejas heridas serán curadas y las cicatrices olvidadas. Fue así como Etiopía trato al invasor hace casi veinticinco años, y en este proceder los etíopes encontraron la paz con honor. Los recuerdos de injusticias pasadas no deben desviarnos a los asuntos mas apremiantes de ahora. Debemos vivir en paz con nuestros antiguos colonizadores, evitando las recriminaciones y amarguras y renunciando el lujo de la venganza y represalia, no sea que el ácido del odio corroa nuestra alma y envenene nuestros corazones. Actuemos de acuerdo a la dignidad que clamamos para nosotros mismos como africanos, orgullosos de nuestras propias cualidades distinciones y habilidades especiales. Nuestros esfuerzos como hombres libres deben ser para establecer nuevas relaciones, desprovistas de cualquier resentimiento y hostilidad, restauradas según nuestra creencia y fe en nosotros mismos como individuos, sobre una base de igualdad con otros pueblos igualmente libres.

Hoy, miramos hacia el futuro serena, confiada y valientemente. Miramos la visión de una África no sólo libre, sino unida. Al enfrentar este nuevo reto, podemos obtener consuelo y aliento de las lecciones del pasado. Sabemos que existen diferencias entre nosotros. Los africanos poseen diferentes culturas, valores y atributos especiales. Pero también sabemos que la unidad se puede lograr y se ha logrado entre hombres de orígenes muy diferentes, las diferencias de raza, religión, cultura y tradición no son obstáculos insuperables a la unión de los pueblos. La historia nos enseña que la unidad es la fuerza y nos exhorta a sumergir y vencer nuestras diferencias en la búsqueda de metas en común, a luchar con todas nuestras fuerzas juntas, por la verdadera hermandad y unidad africana.

Existen aquellos que afirman que es imposible lograr la unidad africana, que las fuerzas que nos arrastran, algunos en esta dirección, a otros en esa, son demasiado fuertes para vencerlas. A nuestro alrededor no falta de la duda y el pesimismo, no hay ausencia de críticos y criticismo. Estos hablan de África, del futuro de África y de su posición en el siglo XX, en un tono negativo. Ellos predicen discordia y desintegración entre africanos y una lucha feroz y el caos en nuestro continente. Confundámoslos y, con nuestras hazañas dispérsemolos en confusión. Existen otros cuyas esperanzas por África son optimistas, que permanecen con nosotros inclinados en admiración y reverencia hacia la creación de una nueva vida feliz, que se han dedicado a ella y se sienten animados por el ejemplo de sus hermanos a quienes le deben los logros pasados de África. Recompensemos su confianza y ganemos su aprobación.

El camino hacia la unidad africana ya está señalizado. En los últimos años ha habido muchas reuniones, conferencias, declaraciones y pronunciamientos. Se han creado organizaciones regionales. Se han creado agrupaciones locales basándose en intereses, antecedentes y tradiciones en común.

Pero a pesar que en estos años, todo eso ya se ha dicho se ha escrito y se ha hecho, surge un tema en común. La unidad es la meta aceptada. Discutimos sobre los medios, los caminos alternativos hacia ese mismo objetivo; entramos en debates sobre técnicas y tácticas. Pero cuando la semántica desaparece, no hay mucho porque discutir. Estamos decididos a crear una unión de africanos, en un sentido muy real nuestro continente aún no ha sido creado, todavía aguarda su creación y a sus creadores, es nuestro deber y privilegio despertar al gigante dormido de África a la visión de una sola hermandad africana dirigiendo sus esfuerzos unidos hacia el logro de una meta mas grande y noble, no al nacionalismo de la Europa del siglo XIX, ni a la conciencia regional.

Sobre todo, debemos evitar las trampas del tribalismo. Si nos dividen líneas tribales, abrimos nuestras puertas a la intervención extranjera y sus consecuencias potencialmente dañinas. El Congo es prueba clara de lo que decimos. No debemos sentirnos satisfechos porque haya mejorado la presente situación en ese país. El pueblo congolés ha sufrido desgracias incalculables, y se ha atrasado el desarrollo económico del país debido a la lucha tribal.

Pero aunque coincidimos en el que el destino fundamental de este continente se encuentra en la unión política, debemos reconocer a la vez, que son numerosos y considerables los obstáculos que antes deben ser vencidos. Los pueblos de África no obtuvieron su libertad en las mismas condiciones. Los africanos mantienen diferentes sistemas políticos, nuestras economías son diversas; nuestras clases sociales tienen sus raíces en diferentes culturas y tradiciones, además no existe un consenso claro sobre el “cómo” y el “que” de esta unión, según su forma... será federal, confedera o unitaria? ¿Se reducirá la soberanía de los estados individuales, y de ser así, por cuánto y en qué áreas? No se ha llegado a un acuerdo en estas y otras preguntas, y si esperamos por respuestas que coincidan los asuntos de las generaciones de ahora habrán avanzado poco, mientras aún arda el debate.

Por lo tanto, no nos debe preocupar el hecho de que la unión total no se alcance de un día para otro. La unión que buscamos sólo puede llegar gradualmente, a medida que el progreso diario, que logremos, nos lleve lenta pero inexorablemente por este camino. Ante nosotros tenemos los ejemplos de los EE.UU. y la URSS. No debemos olvidar el tiempo que necesitaron para lograr su unión. Cuando se coloca una base sólida, si el albañil es capaz y sus materiales son buenos, se puede construir una casa resistente.

De esta manera es inevitable un periodo de transición, viejas relaciones y acuerdos pueden permanecer por un tiempo, las organizaciones regionales pueden cumplir funciones y necesidades legítimas que de otro modo aún no se pueden satisfacer, pero la diferencia está en que reconozcamos estas circunstancias por lo que son - recursos temporales diseñados para servirnos solamente hasta que hayamos establecido las condiciones que nos permitirán tener a nuestro alcance una total unidad africana.

Sin embargo, hay mucho que podemos hacer para acelerar esta transición. Hay puntos en los cuales coincidimos y preguntas sobre las que se tiene unanimidad de opinión. Tomemos estas áreas en las que estamos de acuerdo y aprovechémoslas al máximo. Tomemos acción ahora, acción que mientras consideramos las realidades actuales, constituye no obstante un progreso evidente e inequívoco por el camino que el destino ha trazado para nosotros. Todos somos partidarios de los principios de la acción democrática, sin importar nuestros sistemas políticos internos. Apliquémoslos a la unidad que deseamos crear. Desarrollemos nuestros propios programas en todos los campos - político, económico, social y militar. Los que se oponen al crecimiento de África, cuyos intereses estarían mejor servidos por un continente dividido y balcanizado, obtendrían mucha satisfacción del triste espectáculo de treinta y mas Estados africanos divididos, paralizados e inmovilizados debido a controversias en las metas a largo plazo por las que son incapaces de siquiera unir sus esfuerzos con medidas a corto plazo sobre las cuales no exista disputa. Si actuamos en estas áreas en donde la acción es posible, la lógica interna de los programas que adoptemos será de utilidad para nosotros e inevitablemente nos impulsará aún más lejos hacia la unión fundamental.

Lo que todavía nos hace falta, a pesar de los esfuerzos del año pasado, es el mecanismo que nos permitirá a hablar cuando estemos dispuestos a hacerlo con una sola voz, y tomar y cumplir las decisiones de los pueblos sobre los problemas africanos. Los comentaristas de 1963, cuando discuten acerca de África, hablan de los Estados de Monrovia, el Grupo Brazzaville, las potencias de Casablanca, de estos y muchos más. Pongámosles un final a estos términos. Lo que necesitamos es una sola organización africana donde únicamente se puedan escuchar la voz de África, dentro de la cual los problemas de África puedan ser estudiados y solucionados. Necesitamos una organización que facilite soluciones aceptables a las disputas entre los africanos y fomente el estudio y adopte las medidas para una defensa en común y programas para la cooperación en los campos económicos y sociales. Durante esta Conferencia establezcamos una institución singular a la cual pertenezcamos todos, basada en los principios para los cuales todos nos suscribimos, confiando que durante sus comités nuestras voces alcanzarán su peso adecuado, confiados en el conocimiento que las decisiones que allí se tomen serán dictadas por los africanos y solamente por los africanos y que ellos tomaran en consideración todos los asuntos vitales africanos. 

Estamos reunidos aquí hoy para asentar las bases para la unidad africana. Pongamos de acuerdo aquí y ahora, sobre el instrumento básico que construirá la fundación para el futuro crecimiento de este continente rodeado de paz, armonía y unidad. Prosigamos nuestra reunión de aquí en adelante basada en logros solidos. Si realmente va a tener un significado real no aplacemos para una consideración y estudio posterior, el único acto y decisión que debe surgir de esta reunión. Esta Conferencia no puede ser clausurada sin adoptar una Carta Africana individual. No podemos irnos sin haber creado una organización Africana individual que posea los atributos que hemos descrito. Si fracasamos en esto, habremos eludido nuestra responsabilidad hacia África y a los pueblos que guiamos. Si tenemos éxito, entonces, y sólo entonces, habremos justificado nuestra presencia aquí.

La organización de la cual hablamos debe poseer una base firme que tenga una oficina principal permanente y una secretaría apropiada que proporcione la continuidad necesaria entre las reuniones de los órganos permanentes. Debe incluir entidades especializadas asignadas a la organización que trabajen en campos particulares de competencia. A no ser que la libertad política por la cual los africanos han luchado por tanto tiempo sea completa y esté apoyada por un crecimiento económico y social correspondiente, el aliento de vida que mantiene nuestra libertad puede apagarse. En nuestros esfuerzos por mejorar el nivel de vida de nuestros pueblos y desarrollar la esencia de nuestra independencia, contamos con la ayuda y apoyo de otros. Pero esto por sí solo no será suficiente, y, por si solo, simplemente perpetuaría la dependencia de África de otros.

En estos términos se requiere una entidad especializada para facilitar y coordinar los programas económicos a lo ancho del continente y que proporcione el mecanismo para el suministro de ayuda económica entre las naciones africanas. Se pueden tomar medidas rápidas para incrementar los negocios y el comercio entre nosotros. La riqueza mineral de África es grande, deberíamos cooperar a fin de desarrollarla, se necesita un Programa de Desarrollo Africano que pueda hacer que las provisiones para la concentración realizada por cada nación sobre aquellas actividades productivas para las cuales sus recursos y sus condiciones geográficas y climáticas sean las más apropiadas. Suponemos que cada nación africana tiene su propio programa de desarrollo nacional, y sólo nos queda unirnos y compartir nuestras experiencias para el cumplimiento adecuado de un proyecto a lo ancho del continente. Hoy viajar y las comunicaciones telegráficas y telefónicas entre las naciones africanas son en extremo tortuosas. Las comunicaciones viales entre los dos estados vecinos que comercian con nosotros han permanecido a un nivel desalentadoramente bajo. Estos anacronismos son los vestigios de una herencia de la cual debemos librarnos, el legado del siglo cuando los africanos estaban aislados el uno del otro.

Un proyecto adicional ha ser realizado sin tardanza es la creación de un Banco para el Desarrollo Africano, una propuesta para a cual todos nuestros gobiernos han dado su apoyo total y de la cual se han efectuado estudios intensivos. La reunión de nuestros Ministros de Finanzas que será celebrará dentro de las próximas semanas en Jartum hará de esta propuesta una realidad. Esta misma reunión podría continuar adecuadamente realizando estudios que ya se han emprendido sobre el impacto que grupos económicos regionales existentes tendrían sobre África e iniciar estudios adicionales para acelerar la expansión de las relaciones económicas entre nosotros.

Las naciones de África, como es cierto en cada continente del mundo, tuvo de vez en cuando disputas entre ellos. Estas disputas deben estar limitadas a este continente y sometidas a cuarentena de la contaminación de interferencias no africanas. Debemos acordar en llegar a arreglos permanentes que ayuden a solucionar pacíficamente las disputas que, por más pocas que puedan ser, no pueden ser dejadas para que languidezcan y se inflamen. Debemos establecer procedimientos para la solución pacífica de las disputas, a fin de que la amenaza o uso de la fuerza no puede poner en peligro la paz de nuestro continente por mas tiempo.

Tomemos las medidas necesarias para establecer un sistema de defensa africano. La planificación militar para la seguridad de este continente debe ser emprendida por todos dentro de una organización colectiva. La responsabilidad para proteger a este continente de ataques armados del extranjero es la preocupación principal de los africanos. Debemos hacer provisiones para aumentar una ayuda rápida y eficaz cuando cualquier Estado Africano es amenazado por una agresión militar. No podemos depender solamente de la moralidad internacional. El control de África sobre sus propios asuntos, depende de la existencia de preparativos militares adecuados para asegurar la protección de este continente en contra de dichas amenazas. Mientras vigilamos nuestra propia independencia, debemos establecer al mismo tiempo, el vivir pacíficamente con todas las naciones del mundo.

África ha obtenido su libertad bajo las circunstancias más difíciles y penosas. Ninguna pequeña medida de los obstáculos bajo los cuales trabajamos, procede del bajo nivel de educación obtenido por nuestros pueblos y de su falta de conocimiento acerca de nuestros compatriotas africanos. La educación en el extranjero es, en el mejor de los casos, un sustituto poco satisfactorio para la educación en casa. Debemos comenzar haciendo un esfuerzo máximo en los campos educativos y culturales que no sólo elevaran el nivel de alfabetización y proveerán los cuadros de técnicos expertos y entrenados que se necesitan para nuestro crecimiento y desarrollo, sino también para familiarizarnos unos con otros, hace varios años, Etiopía inicio un programa de becas para estudiantes que vienen de otras tierras Africanas, el cual ha demostrado ser muy ventajoso … y en nuestro futuro el éxito debe llegar, si solo sea debido a que el fracaso es inconcebible. Se requiere paciencia y una determinación inflexible y fe en la inspiración de Dios Todopoderoso… 

No terminaremos sin mencionar a las Naciones Unidas. Personalmente quienes siempre hemos durante toda nuestra vida estado guiados e inspirados por el principio de la seguridad colectiva, ahora no propondremos medidas que se apartan de o son inconsistentes con este ideal o con las declaraciones de la Carta de las Naciones Unidas. Sin duda sería temerario abandonar un principio que ha resistido la prueba del tiempo y el cual en el pasado ha comprobado su valor inherente una y otra ves. El peor disparate sería debilitar la única organización mundial efectiva que existe hoy día y con la cual cada uno de nosotros está en deuda. Sería mera temeridad que cualquiera de nosotros de apartarnos de esta organización que, por muy imperfecta que sea, proporciona el mejor baluarte contra la incursión de cuales quieras fuerzas que nos priven de nuestra libertad y dignidad que tan difícilmente ha sido ganada.

La Carta Africana de la cual hemos hablado es totalmente consistente con esa de las Naciones Unidas. La organización africana que imaginamos no desea en ninguna forma remplazar en nuestra vida nacional o internacional la posición que tan diligentemente ha ganado y que tan legítimamente ocupa las Naciones Unidas. Quizás la medida que proponemos completaría o añadiría los programas emprendidos por las Naciones Unidas y sus agencias especializadas y, con optimismo, rendiría, tanto a sus actividades como a las nuestras, en doble significado y eficacia. Lo que buscamos multiplicará muchas veces más la contribución que nuestros esfuerzos conjuntos puedan hacer para asegurar la paz mundial y fomentar el bienestar y entendimiento humano.

De aquí a un siglo, cuando las generaciones futuras estudien las páginas de la historia, buscando seguir y profundizar el crecimiento y desarrollo del continente africano, ¿qué encontraran ellos acerca de esta Conferencia? ¿Será recordado como una ocasión en la cual los líderes de una África liberada, actuando intrépidamente con determinación inclinaron los eventos a su voluntad y dieron forma a los futuros destinos de los pueblos africanos? ¿Será esta reunión conmemorada por sus sólidos logros, por la inteligencia y madurez que marcó las decisiones tomadas aquí? ¿O será recordada por sus fracasos, por la incapacidad de los líderes africanos de superar los prejuicios locales y las diferencias individuales, por la decepción y desilusión que adoptó su comitiva?

Estas preguntas nos hacen vacilar a todos. El poder para dictar las respuestas está dentro de nosotros. Hoy día son mayores los desafíos y oportunidades que se abren ante nosotros que aquellos presentados en algún momento de la milenaria historia de África. Los riesgos y peligros a los cuales nos enfrentamos no son menos grandes. Las inmensas responsabilidades de la historia y circunstancias que se nos han impuesto exigen una reflexión equilibrada y sobria. Si tenemos éxito en las tareas que se hayan ante nosotros, nuestros nombres y hazañas serán recordados por aquellos que sigan nuestros pasos. Si fracasamos, la historia estará perpleja ante nuestro fracaso y lamentará lo que se perdió. Nos acercamos a los días que vienen con la plegaria de que a todos los aquí reunidos nos sea otorgada la sabiduría, el juicio y la inspiración que nos permitirá mantener nuestra fe con los pueblos y las naciones que han encomendado su fe en nuestras manos”.



Su Majestad Imperial Emperador Haile Selassie I

No hay comentarios: